Para ilustrar lo que cuento abajo, miraos la noticia
Movistar sube las tarifas de los teléfonos de juguete
Puede que hoy se trate de una broma, pero quién sabe qué sucederá en un futuro próximo. Hace unos días César Alierta, el presi de Telefónica, hizo unas declaraciones (aquí el vídeo) en las que decía, más o menos, que ellos proporcionaban toda la técnica necesaria para llevar los contenidos a los consumidores (parecía que a cambio de nada, como ONG que son) y que ya era hora de cobrar a los buscadores que escogen los contenidos que se ponen al alcance del usuario. Más o menos, con su deje de vendedor de aspiradoras mamao de coñá, vino a decirnos que además de cobrarnos a sus clientes quiere también cobrar a los buscadores.Lo primero que pensó todo el mundo es que a César Alierta le habían dado con el café coñá de garrafón, y que se le pasaría al día siguiente, en cuanto se recuperase. Pero pasan los días y parece que la cosa es crónica (estructural, como mola más decir). Y contagiosa, porque al babas de nuestro ministro de industria, Miguel Sebastián, se le ha dado por defender la idea en Bruselas. Y ya empieza a verse la cosa como fue: estaba Alierta un día buscando a quién exprimir más con su negociete, después de valorar si engañar más con la publicidad a sus clientes, si hacer cambios arbitrarios en las tarifas que le cobran a otras compañías, si utilizar aún más la posesión de la red -antaño pública, creada con el dinero de todos los ciudadanos- para extorsionar a otros proveedores (obligados a contratársela), y entonces vio que Google ganaba pasta. Y se dijo para él "coño, pues vamos a ver cómo podemos comernos una porción de la tarta de Google". No pensó mucho, porque no se le da bien, y directamente decidió cobrar a los buscadores, amenazándolos con
Total, que don César descuelga… no, aprieta el botón de su iPhone (no acaba de acostumbrarse a la pantala táctil y golpea el cristal como si hubiese botones físicos, que ya le han tenido que cambiar el terminal cuatro veces, con la pantalla rota) e inmediatamente, al otro lado de la ciudad, en la mesita de noche de Miguel Sebastián, otro teléfono similar vibra y suena. Sebastián reconoce la melodía de Toreador (de Carmen, de Bizet), que le pone firmes a las órdenes de don César. Genuflexo recibe las órdenes de la voz cazallosa, en la mejor disposición posible en alguien abruptamente despertado a las cuatro de la mañana.
Así, sin mucha elaboración, obligado por el sagrado débito que los partidos políticos tienen con las empresas más poderosas, Sebastián elabora un discurso según el cual le parece bien que las operadoras cobren a los buscadores, porque eso "ayudaría a conseguir un Internet de mayor calidad y mucho más barato". Y lo suelta en Bruselas; nadie se ríe, porque cuando las grandes empresas dicen vaselina a todos los políticos se les resiente la almorrana, y no es motivo de risa, tanta picazón. Está en manos de Sebastián convencer a la gente de que, cobrando a los buscadores, Telefónica detraerá lo cobrado de la factura de los usuarios, como si una empresa hiciese tal movimiento político para acabar ingresando exactamente lo mismo. O Sebastián es gilipollas o cree que lo somos nosotros, o a lo mejor no; a lo mejor él no es tonto, nos trata como a tontos pero sabe que lo mismo da. Si la decisión se toma a nivel político y se autoriza una tasa (no entiendo el concepto de "tasa", que equivale a "impuesto", cuando es un cobro privado por un servicio) a los buscadores, lo mismo dará que nos opongamos. Nadie tendrá en cuenta nuestra opinión. En cualquier caso, los políticos demuestran con esto que no defienden los intereses de la mayoría, que los derechos fundamentales se la menean, que aquí lo que importa es quién va a pagar las facturas de la próxima campaña electoral, y quién va a promover que se hable bien de nosotros en la tele y los periódicos. Lo otro, esto que hago yo aquí, es el pataleo de los frikis de siempre, desde sus oscuras habitaciones cubiertas de ropa sucia, con restos de pizza del cretácico, y ese olor a pies…
… joder, va a ser hora de limpiar un poco.
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