El día 22 de octubre salimos de Coruña hacia Madrid en un avioncete de Iberia, un Airbus-320 (IZR), bautizado con el nombre de Urkiola. Todos coincidimos en que el nombre es desafortunado para un avión con escala en Coruña. Como digo, los cicateros de la compañía han comprimido tanto el espacio que mis rodillas iban apretujadas contra el respaldo de delante, y la sensación de claustrofobia era difícilmente controlable sin la capacidad de abstracción de un yogui del Katmandú.
Luego pillamos un interminable transoceánico de Air Comet, muy moderno, con pantallita para ver pelis, jugar y escuchar música. Dormí un par de pelis y no me desesperé demasiado las 12 o 13 horas de viaje; en cualquier caso, temía un viaje más pesado. Por fortuna, en estos vuelos todavía caben las piernas en el espacio entre asientos, aunque justitas.
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