Desde el mes de febrero de 2008, vienen produciéndose entre los empleados la empresa France Telecom unos extraños suicidios. De hecho, ayer se produjo el vigésimoquinto de estos decesos voluntarios. El caso tiene in albis al mundo financiero, porque está redundando en un deterioro de la imagen de esta pujante empresa francesa. Y los móviles utilizados por los suicidas hacen mención siempre a la política de la empresa.
Mientras las autoridades francesas intentan discernir el motivo de todos estas muertes, es tiempo ya de que alguien desenmascare lo que hay detrás, y para ello recurriré al principio de derecho romano del cui prodest? (¿a quién beneficia?).
Es bien sabido que las gentes, en su progresiva molicie dada por el estado benefactor, son incapaces de afrontar el más mínimo de los sinsabores. Poco queda de la noble estirpe que conquistó el mundo siguiendo a Carlomagno. Ahora tenemos a trabajadores que a la mínima orden apelan a sus derechos para negarse a cumplir su cometido. Esto ocurre, cómo no, en los lugares más ricos del planeta, y por eso cada vez más el capital se desplaza a lugares donde los ciudadanos son más recios, más capaces del sacrificio, abandonando estos piélagos de vagos, tibios y adocenados.
Una muestra extrema de este estado de cosas en el mundo empresarial es lo que están maquinando los trabajadores de France Telecom en Francia. En su ansia de conservar el status privilegiado de poco trabajo y alto salario, no dudan incluso en quitarse la vida para poner en evidencia la política a la que el acorralado empresario se ha visto abocado. En efecto, la empresa está afrontando una dolorosa reestructuración que intenta optimizar los recursos implementando sinergias proactivas encaminadas a una mayor eficacia en la gestión de los medios a su alcance, pero se encuentra con la oposición taimada de unos empleados acostumbrados a no dar palo al agua. Y esta actitud de matarse dejando notas culpabilizando a la empresa no hacen más que atacar la esencia del sistema, morder la mano que les da de comer y traicionar la bondad del noble gestor.
No entiendo cuánto van a tardar las autoridades en encarcelar a las familias de los suicidas, en investigar a fondo a los sindicatos para desentrañar lo que salta a la vista que es una organización terrorista. Sí, señores, llamémoslo por su nombre: esto es terrorismo suicida. Los fanáticos de la molicie no vacilan en quitarse la vida para perjudicar a quien pretende simplemente sostener un sistema capitalista liberal que es el único posible, como bien sabemos todos.
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