Parece que he subestimado la capacidad didáctica de los musicales. Hace unos días hablé sobre un espectáculo que están desarrollando para explicar el concepto de plusvalía en El Capital de Marx. Propuse unos números sin ánimo de enriquecerme, dejándolos aquí a disposición de los chinitos que se afanan ahora -como les corresponde- para sacar adelante tan instructiva propuesta (¿por qué este uso abusivo de la palabra propuesta, cuando los conciertos, películas u obras no suelen proponer nada?). Creía yo que la insensatez no podía ser superada hasta que leo en el periódico que están representando un musical para informar sobre el cáncer de cuello de útero (cuidado, que es de esas páginas de mierda que lanzan la música sin avisar). ¡¡Cómo no se nos había ocurrido antes!!
Nada más lejos de mi intención que frivolizar, como dice Ricardo Benjumea, pero me gustaría saber qué tiene el cáncer de cuello de útero que no tiene el de pulmón, las hemorroides o la enfermedad de Crohn. Por otro lado, bien está una campaña de propaganda, porque es una enfermedad muy peligrosa y fácil de evitar, pero a ver ¿qué necesidad había de hacer un absurdo espectáculo musical?
El musical comienza con unos bailarines en parejas, vestidos de lo que se supone que son "chicos y chicas modernos de hoy en día", con esos pantalones que parecen de guerrillero de la selva Lacandona, pero con cuyo importe podría financiarse una revolución en un país centroafricano. También aparecen, marcando el paso, unos policías de cuero, gorra de plato y cordones un poco de bar de ambiente de San Francisco. Los chicos encantadores se asustan con los policías/militares opresores. "La presión de las tropas comienza a hacerse insostenible (…) los agentes de la desinformación están por todas partes; se han interceptado todas las comunicaciones y la población comienza a estar desinformada. Un pequeño grupo de insurgentes pretenden informar a la población; se hacen llamar La Resistencia". Al parecer, la historia se desarrolla en un ambiente opresivo tipo Blade Runner, y tiene un cierto tufillo de distopía semejante a Matrix, 1984 o Un Mundo Feliz. Así pues, la lumbrera a la que se le ocurrió esta campaña pretende comparar la desinformación en un aspecto concreto de la salud humana con un régimen represor absolutista y alienante. Y noslomismo.
Bien sabéis los que me conocéis que no soy conservador, pero en esto, como excepción y sin que sirva de precedente, me declaro luterano: este tipo de espectáculos no deben usarse, ni para el útero ni para el ano. Y punto.
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