Acabo de encontrarme con Marta la negra. Iba trastabillando con una muleta, demacrada y delgada como un espárrago triguero, con una blusa estampada en blanco y negro, con un aspecto muy joven y arregladita, pese a su evidente sidazo (¡toma prejuicio!, ¡pues anda que no podía ser perfectamente un cáncer de cuello de útero!). Iba con un hombre y dos adolescentes, chico y chica, que le ayudaron a meterse en el coche.
No quiero entrar en detalles (quiero, pero no debo), pero diré que con Marta viví un cortísimo y tórrido episodio. Era una reina punkie, una Siouxsie Nacional Popular Galega, clavada a la Kampanilla de Peter Pank (glorioso comic ochentero de Max). Lo que Kampanilla tenía por detrás (alas) la negra lo tenía por delante (*****). Imagináosla con la piel blanca, pantalón estrecho y camiseta de tirantes negra, erizada de pinchos metálicos y oliendo a colonia de bebé.
De aquello no queda apenas nada; una mujer madura prematuramente enferma, renqueando con aquella sonrisa de entonces, pero algo agriada.
Hola, ¿eres Marta? Sí, ¿quién eres tú? Soy Javier, ¿te das cuenta?, claro, todos hemos cambiado; como hace tanto que no nos vemos… Ah, sí, claro, que eras amigo de Pablo, ¿te acuerdas de Jorge? ¡Joder!, Jorge, perdona que no te había reconocido. Claro, sin la cresta… Joder, pues sí que hemos cambiado todos (silencio incómodo). Ja, ja, sobre todo yo, que estoy hecha una mierda. ¿Qué dices?, mira, estamos vivos, y eso es más de lo que pueden decir muchos de los de entonces. Mira, Javier, no sé si no me sería mejor haber muerto entonces. Y entonces no se me ocurre nada mejor que espetarle: ¡naaaah, mujer!, si estuvieras muerta no dirías eso.
Si es que cuando estoy inspirado…
No hay comentarios:
Publicar un comentario