Ya estoy trabajando, otra vez, tras unas maravillosas vacaciones disfrutando de mi familia a tiempo completo. Así, con la mala leche renovada, vuelvo a ocupar mi puesto de funcionario para defender la administración de aquellos que pretenden hacer alguna gestión. No pasarán.
Llegué a las 8'30 a recoger el coche oficial en el parque móvil, donde se guardan los coches oficiales. Como debe ser. Allí, después de mantener una conversación intrascendente con el vigilante jurado, todo lo larga que fui capaz a esas horas (todavía estoy un poco desentrenado), me fui al coche, metí la llave en el contacto, la giré y... no encendió. Apenas un giro del motor de arranque y nada más. Cogí el teléfono móvil y tampoco tenía pila. Fui entonces al despacho del jefe del parque móvil, para que me prestase una fuente de energía y encender el coche. Estaba liadísimo, hablando con un chófer nuevo, contratado, acerca del funcionamiento de un cierto modelo de camión (no hay camiones en nuestra administración); términos técnicos, vueltas, entrada del turbo, anécdotas ilustrativas, etc. Mientras, el administrativo me preguntó qué quería, yo se lo expliqué y puso esa cara de "¿cómo, que me vas a tener que arrancar otra muela? ¡¡¿y sin anestesia?!!", que es la cara que ponen todos los administrativos del mundo cuando les pides algo. Ni siquiera respondió. Un aparato hizo pffffff y lanzó una nube de ambientador tóxico sobre nuestras cabezas.
Esperé a que el jefe desmontase el motor del camión verbalmente, a que lo volviese a montar y luego me miró y me dijo: ¡Hola!, qué tal, como si acabase de entrar en aquel momento. Le expliqué mi problema. Luego tuvo lugar uno de esos ejercicios de autoridad que toda persona consciente de sus limitaciones pero temerosa de que se le noten ha de hacer continuamente: le gritó al chófer que cogiese el "coso" ese de encender. No sé qué es eso. ¡¿Cómo que no lo sabes?!; ¡¡entonces tú no sabes nada!!. Aumentando el volumen para que lo oyese el vigilante, que estaba lejos, se levantó diciendo: ¡ven, coño, ven, que así aprendes!. Fuimos los tres a un habitáculo de olor insoportable recubierto por una película de grasa negra en el que había un número n de piezas metálicas seguramente inservibles distribuidas por estantes y un aparato de color rojo del tamaño de un maletín de ejecutivo en una mesa en el centro. El jefe cogió ese "coso" y se lo dio al chófer contratado. Sin dejar de gritar, le dijo "¡se enciende aquí!" al tiempo que pulsaba un interruptor equivocado, que encendía una luz de linterna. "¡¡Y pobre de ti como lo quemes, que lo pagas de tu dinero!!". El chófer contratado, que ya sabía con quién estaba tratando, dijo que sí a todo y se vino conmigo. Por el camino ya me dijo dónde se encendía y que era imposible quemarlo porque tenía un fusible (perfectamente visible). Conectamos los bornes de la batería y el coche se encendió.
Me largué del parque a las 9'30. Pero tenía la luz de la reserva de combustible encendida, así que tendría que recargar la batería dándome una vueltecilla, pero con cuidado, no me fuera a quedar sin gasoil, pero no podía ir directamente a la gasolinera porque entonces no tendría suficiente electricidad y no me encendería el coche. Para que luego no digan que los funcionarios no tenemos que pensar y no nos enfrentamos a situaciones de estrés.
Entonces me dio por pensar qué sucedería en caso de quedarme sin batería en una gasolinera. Los pasos reglamentarios a seguir en caso de avería, según el contrato firmado con la empresa de renting (sí, es un coche oficial pero en régimen de alquiler), toda reparación con cargo a dicho contrato deberá comunicarse por escrito, y la respuesta de la financiera debe ser también por escrito. Por lo tanto, en caso de quedarme en la gasolinera sin batería lo primero que debo hacer es cerrar el coche y volver -andando, porque los trámites para reclamar el coste de un taxi se escapan a mi entendimiento- a la oficina de mi lugar de trabajo. Allí, en Patrimonio y Contratación, debería ponerme en contacto con el jefe de servicio para que encargase a alguien la redacción de una carta para la financiera poniendo en su conocimiento el problema. La persona encargada de esto tendría también su trabajo, por lo que no puedo esperar inmediatez. Una vez hecha la carta, y pasada a la firma del jefe del servicio, se le da registro de salida (lo que retrasa otro día) y se pone en una bandeja para ser enviada por correo certificado. Un ordenanza pasa a primerísima hora (del día siguiente, claro) a recoger las cartas para llevar a correos. Correos tarda dos o tres días (cuatro o cinco si es verano,
semana santa, navidades,
san fermín, san pascual bailón, semana blanca,
semana verde de silleda, etc) en entregar la carta a su destinatario, que todavía ha de procesarla. Según el contrato antedicho, la empresa tiene dos o tres días desde la recepción para enviar su respuesta, que también ha de ser por correo certificado. Esta carta certificada ha de registrarse en Registro General de entrada, ha de subir a Patrimonio y Contratación y ha de ser sujeta a reenvío a mi servicio para que se me de finalmente traslado personalmente (si saben para quién es exactamente, que si no lo saben la devuelven a Patrimonio y Contratación y se queda eternamente en un bucle lógico; se cree que en este tipo de bucles de envío/devolución hay documentos históricamente relevantes de la época de Carlomagno y posteriores, pero como no se encuentra su destinatario no pueden ser rescatados). En total, este proceso desde que llega la carta hasta que se me entrega puede demorar tres días o cuatro, en el mejor de los casos; cualquier pérdida en todo este proceso originaría una repetición del proceso tras una espera prudencial (para no duplicar los expedientes). Finalmente, una vez que tuviese yo la carta en mis manos, sería cuestión de interpretar su contenido, porque entiendo que no es mi labor comunicar al servicio técnico, o al servicio de asistencia en carretera, la incidencia para ponerle solución. Así, podría remitirlo a Patrimonio y Contratación para que fuesen ellos, por el conducto reglamentario, quienes lo comunicasen al gruísta, demorando el proceso quizá hasta el infinito, porque no veo yo al gruista remitiendo respuesta por correo certificado. Considero innecesario este trámite añadido. En resumen, si me quedo sin batería en una gasolinera y sigo estrictamente los pasos a que obliga el contrato del coche, puedo conseguir estar sentado en una oficina sin hacer nada (del trabajo, se entiende, que con el tiempo libre ya sé yo qué hacer divinamente) alrededor de quince días. Y al final me imagino que ya no me encontraré el coche en la gasolinera, porque no creo que aguanten quince días con un coche atascando el surtidor del gasoil.
En estas disquisiciones llegué a la gasolinera de la autopista, eché gasoil y volví a la oficina. El coche encendió porque hice un montón de kilómetros. Entré en la oficina, me tomé un zumo, medio litro de agua y un café en las máquinas (el desayuno más barato de la ciudad; cualquiera puede entrar en el edificio y pagar 70 cts por un zumo natural, 30 cts por un café de máquina bastante rico y 40 cts por una botella de agua mineral fría; un chollo, especialmente lo del zumo, que no baja de 2€ en ningún sitio que yo conozca), saludé a mis compañeros (uno a uno, relatando mis vacaciones pormenorizadamente), me senté en mi ordenador, organicé la próxima semana de trabajo, escribí esto y ya me voy corriendo para casa.
Tranquilos, que ya estoy en mi puesto. El país avanza.