Hoy fui com mi mujer a escoger un perfume para ella. En la perfumería, vas cogiendo pequeñas tiras de papel y les lanzas una vaporización a cada una con los aerosoles que encuentras en bandejas. Yo iba apuntando los nombres, y llevaba las tiras como en abanico, para que no se mezclasen los olores. Tienes que esperar, porque al principio sólo huelen a alcohol. Es al cabo de un rato cuando queda sólo el olor que tiene que ser.
De las diez tiras que cogimos, acabé separando cinco, y de estas me quedé con una sola. Sin embargo, la acabo de oler, cuatro horas después, y me huele bastante a sudor de sobaco, axila o alerón. Y es algo que he observado en todos los olores: que cambian a medida que transcurre el tiempo. Al cabo de un rato de haber seleccionado uno, resulta que ha cambiado y ya no me gusta.
Tendré que intentarlo otra vez, porque nos dejamos sin probar docenas de marcas.
Lo ideal sería que cada vez que oliese a una chica por la calle y me gustase le preguntase qué marca de colonia usa. Sin embargo, en un mundo en el que el hombre lleva la iniciativa en las relaciones sexuales, esto podría ser interpretado mal, y sólo con que se pueda sospechar algo ya me muero de vergüenza. Al revés se suele hacer, y a mí varias mujeres me han preguntado qué colonia uso, directamente o a través de mi mujer. En todas las ocasiones se quedan sorprendidísimos de saber que huelo exclusivamente a aceite de pogostemon cablin, conocido vulgarmente como pachuli.
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