
Esta señora -por otro lado de una belleza basta y escasa- es uno de los casos más evidentes de cantante sobrevalorada. A mi modo de ver ha hecho siempre la misma mierda de música ratonera patachín patachán de discoteca cutre con hueveras en las paredes. Es de las primeras imbéciles en incluir por sistema y como una cosa de muy buen gusto esas coreografías horrendas que recuerdan a los espectáculos de revista de los años cuarenta, que tan mal envejecieron en los cincuenta, sesenta y setenta. No creo que haya innovado absolutamente nada, ni musicalmente, ni estéticamente, ni siquiera en sus actitudes. La música es una puta mierda coñazo, la ropa que usaba al principio era un híbrido mal encajado entre el atrezzo de Olivia Newton-John en Grease y el punk británico. Y las actitudes eran un poco de mira-qué-mala-soy-que-masco-chicle; después de la conmoción del punk, su manera de hablar y de moverse eran de niña cursi intentando hacerse la dura.
Y desde entonces a hoy, siempre ha sido la misma: un bluff.
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