Hoy es 5 de mayo, y en México se celebra la batalla de Puebla, en la que las tropas mexicanas se enfrentaron a las francesas en la localidad de Puebla de los Ángeles (cambiada luego por Puebla de Zaragoza en honor al general mexicano que dirigía las tropas). Esta batalla constituye un emblema del nacionalismo mexicano, al ser una victoria contra el mayor ejército de la época.
Los franceses habían llegado a México junto a los ejércitos de España e Inglaterra, con la intención de reclamar por las armas los atrasos en el pago de la deuda externa (ya en 1862 existía la deuda externa en latinoamérica, fíjate tú). España e Inglaterra firmaron un acuerdo, pero Francia no quiso firmarlo porque con la excusa de la deuda quería hacerse con el país para tener representación territorial en las colonias americanas (bueno, estaba la Luisiana, pero eso no era tierra sino barro ;-).
La cosa es que el ejército mexicano, al mando del general Ignacio Zaragoza, derrotó al ejército francés en 1862, lo que retrasó el avance francés, aunque no lo anuló. Al año siguiente los franceses contraatacaron y tomaron Puebla, llegando a conquistar Ciudad de México, y expulsando al gobierno legítimo del presidente Benito Juárez. Juárez se vio obligado a huir con su familia, soldados, archivos de gobierno y todo lo que le permitiera mantener un gobierno móvil que se fue desplazando de ciudad en ciudad esquivando tanto a los franceses como a elementos conservadores mexicanos que, levantados en armas, apoyaban al invasor francés. El emperador Maximiliano fue coronado y gobernó en guerra entre 1864 y 1867. Finalmente fue fusilado al reconquistar Juárez el país y restablecerse la república.
Queda claro pues que la victoria de Puebla fue importante por simbólica, y no por lo determinante que pudo ser en el desarrollo de la invasión francesa. Los mexicanos del interior la celebran casi tanto como la Fiesta de la Independencia (16 de septiembre), pero los emigrantes en el extranjero la festejan con mayor intensidad, especialmente en los estados de California, Arizona, Nuevo México y Texas, en los EEUU de norteamérica.
De toda esta historia me llama la atención la figura de Juárez, un indio (o mestizo, no lo sé) presidente de la república, huyendo con una comitiva inmensa a través del polvoriento país, en compañía de funcionarios, soldados, familia, amigos, prostitutas, delincuentes y gentes de toda laya. Su empecinamiento en mantenerse en el gobierno, y no entregar el poder legítimo al emperador, cambió (para bien o para mal) la historia de México.
Por otra parte, es interesante también la figura del emperador Maximiliano, un austríaco de exquisita educación europea que, renunciando a sus títulos en el Imperio Austrohúngaro, se marcha a México, un país que desde sus ojos tenía que verse como salvaje, para hacerse coronar. Con ello tenía que saber que abandonaba Austria para toda su vida, vida dramáticamente corta, además. ¿Qué motivaciones le llevarían a aceptar ese destino? ¿Aventura? ¿Idealismo? ¿Codicia? No sé.
1 comentario:
"exquisita educación europea"
"y no entregar el poder legítimo al emperador"
(qué risa) (cof cof)
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