Desde España, y con El País de fuente principal de información, corremos el riesgo de que las noticias que nos llegan sobre iberoamérica estén totalmente mediadas. En principio, hay que tener en cuenta que España o, mejor dicho, las principales empresas españolas tienen muchos intereses en latinoamérica. Como las grandes empresas son las que determinan el tratamiento que se da a las noticias en España, por motivos obvios (los dos principales, aparte de los indirectos, son que suelen tener participación financiera en las principales empresas periodísticas, y también compran con su publicidad el buen trato hacia sus posturas), pues resulta que cuando uno lee determinadas cosas ha de hacer un esfuerzo especial para pasar por el tamiz de la duda toda la información que recibe.
Últimamente estoy obsesionado con el trato que se da a Uribe en la prensa española, y con el papel real que desempeñan en el conflicto con las FARC los diversos actores. Estos actores son Chávez (presidente venezolano, odiado y maltratado por sistema por los principales grupos mediáticos españoles), Correa (presidente ecuatoriano, presentado aquí como un títere de Chávez con poca personalidad, que se atreve a enfrentarse con Colombia porque tiene el respaldo del petróleo venezolano), Piedad Córdoba (mensajes contradictorios: se presenta como una mujer bienintencionada, quizá equivocada, y ahora puede que ni siquiera bienintencionada), las FARC (grupo terrorista con vínculos con el narcotráfico, que con el paso de los años ha devenido en una especie de grupo mafioso que ha perdido de vista sus intenciones iniciales, dedicándose a la delincuencia más cruel e inhumana sin motivo aparente) y Uribe (un conservador, eficaz, muy serio, recto, gran gestor, un poco duro pero es lo que conviene a un país tan anárquico como Colombia).
Claro, cuando uno se va a Rebelión y hace una consulta sobre Uribe, parece que están hablando de otra persona. Cuentan cosas de su ligazón con los paramilitares, con esos grupos alentados por la eterna oligarquía para impedir a los campesinos el ejercicio de sus derechos (empezando por el de la vida). Cuentan cosas de su relación con el narcotráfico y específicamente con Pablo Escobar, aunque esto tampoco debe sorprendernos porque Escobar llegó a ser una persona tan influyente en Colombia (y no sólo allí; estuvo en la toma de posesión de Felipe González, en España, en 1982, invitado por el empresario Enrique Sarasola) que todo político en activo en aquella época apareció en público con él en alguna ocasión. De hecho, el más famoso narcotraficante es un personaje muy llamativo por cuanto estaba totalmente integrado en la vida social de su país al más alto nivel.
Así pues, me es muy difícil opinar sobre quién es el verdaderamente malo en esta historia. Pero me está ocurriendo a mí como a casi todo el mundo: me estoy olvidando de uno de los principales actores de todo el conflicto, aquella que motiva esta anotación, y sin cuya tragedia el caso de las FARC habría tenido muchísima menos difusión. Estoy hablando de Ingrid Betancourt, cuya foto pesa en nuestras conciencias y cubre de oprobio, sean cuales sean sus motivaciones, al grupo de delincuentes que la tienen secuestrada. Porque el fin no justifica los medios, especialmente cuando se exponen a tener enfrente a la opinión pública mundial.
Por el bien de las propias FARC, Ingrid debería ser ya libre. Están jugando a lo que jugó el grupo terrorista español ETA con el secuestro interminable de Ortega Lara. La foto de Ortega recién liberado le hizo más daño a ETA que cualquier acción policial. La foto de Betancourt que preside esto le ha puesto en contra a las FARC a toda la opinión pública europea, y especialmente a la francesa. Ya tenía enfrente a Estados Unidos, y ahora tiene a Europa. Están perdiendo las oportunidades de salir de la selva y ser libres. Es posible que, si hubiesen jugado bien sus bazas, hubiesen logrado una salida airosa liberando a la ex-candidata presidencial; incluso podrían haberle lanzado a Uribe a la cara un reto de buenas intenciones. Quizá ahora sea ya tarde.
Con frecuencia la historia se hace con símbolos, e Ingrid puede ser la mártir que inicie el final de las FARC.
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