Vivo en un país que se llama España. España es una monarquía. Tenemos un rey que se llama Juan Carlos I. El rey no tiene apenas poder de decisión, y sin embargo es intocable. Nadie se atreve a criticarle, nadie se atreve a decir nada de las tonterías que hace o de los amigos poco recomendables con los que se relaciona, o de sus aventuras extramatrimoniales. En este sentido hay un libro, Un Rey Golpe a Golpe (aquí, una versión en pdf, por si te apetece echarle un vistazo), en el que alguien, bajo el seudónimo de Patricia Sverlo, cuenta muchas cosas que aquí no se publicaron nunca, extraídas en su mayoría de la prensa extranjera.
Pues bien, este señor cuenta con una protección especial por parte del poder judicial, que obra con un celo excesivo en defensa de su persona. El año pasado, en Cataluña, se puso de moda protestar públicamente quemando fotos del rey. En aquel momento la policía detuvo a varios manifestantes, y ahora, después de condenarlos a multas cuantiosas, la Audiencia Nacional ha embargado bienes y sueldos de cinco de estos detenidos. Ya no entiendo que a alguien se le castigue en lo más mínimo por protestar de una manera tan inocua, pero es que además están ya afectando a su medio de vida. Pobre gente.
Al tiempo que leo las noticias escucho la tele (lo odio, pero no me queda más remedio). Mis hijos están viendo Nemo, una película de dibujos en la que el protagonista es un
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