Susana Pegoraro, madre biológica de Evelyn
No tengo palabras para calificar lo ocurrido en Argentina estos días en relación con la joven Evelyn Karina Vázquez. Es una historia sumamente conmovedora en la que se pueden comprender y compartir los sentimientos de cada actor basándonos en sus actos.
Por un lado, está la protagonista, que fue arrancada de los brazos de su madre biológica nada más nacer, y entregada a un militar -que la registró como hija suya- cuyo papel en la historia no queda del todo claro. Esta mujer no quiso entregar muestras para analizar su ADN, por lo que el tribunal que entendió del caso tuvo que mover una orden oficial para entrar en la vivienda y recoger objetos personales susceptibles de análisis. Comprendo perfectamente a Evelyn, que sólo conoce a sus padres adoptivos y no quiere aportar armas a una campaña en contra de aquellos que quiere.
Comprendo también a las Abuelas de Plaza de Mayo, que promovieron la investigación, cuyo cometido es conocer la verdad en honor a la memoria de sus hijos asesinados. Que hayan querido seguir adelante con este proceso concreto no indica que quiera beneficiar a la protagonista, la niña robada al nacer, pues ésta no quería hacer daño alguno a sus padres adoptivos, y la investigación era precisamente para desembocar en su procesamiento.
Según la página de las Abuelas, la suya es "una organización no-gubernamental que tiene como finalidad localizar y restituir a sus legítimas familias todos los niños secuestrados desaparecidos por la represión política, y crear las condiciones para que nunca más se repita tan terrible violación de los derechos de los niños, exigiendo castigo a todos los responsables". Obsérvese que dicen niños, cuando todos ellos rondan los 30 años. Entiendo que tengan en su interior un rencor incurable contra los asesinos y torturadores de sus hijos, y lo comparto. Sin embargo, estos sentimientos chocan contra los de sus nietos, que a estas alturas "se han pasado al lado oscuro", porque llevan desde que nacieron conviviendo con el enemigo. Es un asunto sin solución, porque nadie puede retroceder el tiempo.
Comprendo también a los padres adoptivos de Evelyn, que es cierto que eran colaboradores de la dictadura -al igual que más de la mitad de la población-, pero también lo es que se han ganado el rango de padres auténticos de la chica con su amor y su dedicación. También se entiende que no han participado en el asesinato y tortura de los padres biológicos, cosa que los convertiría en monstruos. Según la página de Abuelas, el ex marino Policarpio Vázquez admitió
en 1999 que Evelyn no era su hija. Contó que en 1978 trabajaba en el edificio Libertad, donde una persona a la que conocía como El Turco le dijo “que había una criatura para adoptar sin papeles”. Con su mujer resolvieron aceptarla “porque la iban a matar”. Aseguró desconocer si los padres “estaban vivos o desaparecidos”. Ambos coincidieron en que la llegada de Evelyn fue “un mandato divino” y “una bendición de Dios”.Está claro, a juzgar por lo declarado por ellos y por su hija adoptada, que el crimen original de falsificación de documentos y robo ha sido sobrevenido por el tiempo y el amor depositado en Evelyn. Es justo restablecer la memoria, y que se sepa la verdad, pero no creo que sea justo castigar a estas alturas a esos padres, pobre gente al fin.
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