Estaba yo escuchando a
Sister Carol (cuidado con el enlace, que es de esas páginas odiosas que lanzan la música sin preguntar) en la cocina cuando se me ocurrió escribir sobre ese señor bajito, ridículo, omniprepotente y cruel que se llamaba
Haile Selassie y que afortunadamente ya está muerto.
Es obvio, aunque sólo sea por el artículo enlazado de la Wikipedia, que este señor no era un demócrata, y supongo que no tengo que demostrar que no era Dios (opino que en religión, son ellos los que tienen que demostrar la existencia, no yo la inexistencia).
Lo increíble es que el
negus haya llegado a la categoría de Mesías, Dios, Rey de Reyes, heredero de Salomón y todo eso. ¿Por qué él y no Trujillo, Pinochet, Bokassa, Hitler, Stalin, Mobutu, Idi Amin, etc.? Y esto es especialmente raro por cuanto era un señor particularmente desagradable, no tenía una personalidad atractiva y estaba adornado por un montón de manías que si no fuese porque son causa de miles de muertes directas y millones de indirectas, serían hasta graciosas.
En el libro
El Emperador, de R. Kapuscinski, se narran muchas de las excentricidades del buen señor este, como que había un funcionario dedicado a poner rápidamente bajo los pies del negus un cojín, para que no le colgasen (los pies) al sentarse en el trono. Y es que Etiopía está poblada por altos guerreros sumamente bellos, y este tío era un enano hierático.
Yo fui el portacojín del Bondadoso Señor durante veintiséis años. Acompañé al Emperador en sus viajes por el mundo y, la verdad, Nuestro Señor no podía ir sin mí a ninguna parte porque su dignidad continuamente le exigía sentarse en el trono y no lo podía hacer sin el cojín, y el porta-cojín era yo. Yo dominaba a la perfección todo un protocolo especial al respecto, al igual que poseía un tan vasto como útil conocimiento del tamaño de los diferentes tronos reales, lo cual me permitía escoger rápida y certeramente el cojín idóneo, de forma que no se produjera un desajuste escandaloso: que a pesar de todo quedase un resquicio entre él y los zapatos del Emperador. Cincuenta y dos cojines tenía yo en mi almacén, todos de distinta medida, grosor, material y color.
También tenía un paisano cuya ocupación era abrirle la puerta al emperador, y su puesto, como el de todos los funcionarios de la corte, dependía de hacer perfectamente su cometido para que la dignidad del Perfecto Imbécil no quedase menoscabada. Este abridor de puertas debía abrir en el momento justo; adelantarse sería como invitar al Emperador a marcharse, y retrasarse le obligaría a detenerse. La puerta tenía que abrirse en el momento justo, y la comida del funcionario encargado de abrirla y la de toda su familia dependían de ello.
Había otro funcionario apodado "el cuco del Emperador" que a cada hora se plantaba delante del emperador y hacía tres reverencias, para indicar que la hora se había acabado. Porque el Emperador dedicaba una hora a cada cosa, independientemente de las necesidades: una hora a nombramientos arbitrarios, otra a repartir dinero a súbditos que venían a pedir, otra a despachar con sus ministros individualmente (para que se delatasen entre sí), etc.
Estas
costumbres no tendrían mucha importancia si no se hubieran dado en uno de los países más pobres del planeta, con un gran porcentaje de la población muriéndose de hambre o enfermedades curables. Así pues, este señor consiguió en su reinado que su país se mantuviese en los últimos puestos de desarrollo del mundo, gobernando siempre en función de su bienestar, con una ignorancia total de las necesidades de su pueblo y un sistemático impulso de la corrupción (que veía como algo que le fortalecía políticamente, elevándole como virtuoso entre tantos viciosos). Hubo otros emperadores peculiares, como
Menelik II, que al verse enfermo, habiendo ya abdicado en su hijo, creyó que comiendo páginas de la Biblia sanaría, y se murió antes de llegar al Libro de los Reyes -que parece que se le atragantó. Sin embargo, Menelik se distinguió por su heroísmo en la guerra (aunque hay quien dice que Haile Selassie fue un héroe en la expulsión de Mussolini, parece que todo lo dirigió desde la seguridad de su exilio londinense, apareciendo al final como libertador) y por su prudente gobierno en la paz, orientando su país hacia la modernización. No es el caso del León de Judá.
En 1963 los dirigentes de Africa recientemente descolonizados, en plena ola nacionalista, se reunieron en Addis Abeba, y Haile Selassie consideró que una gran capital debía tener edificios modernos, y dedicó una barbaridad de dinero a edificar las calles céntricas, y a pavimentar las calles donde hasta entonces pastaban las vacas. Mientras los hombres trabajaban indolentemente, apaleados por los capataces, la mayoría de la población se moría de hambre.
Este señor, al ser Dios, se consideraba propietario de todo su país y de su gente. Por lo tanto no se hacía nada que no manase de él, y él repartía dinero para hacer hoteles, montar empresas y todo lo que hubiese. A veces repartía entre los pobres unas monedas, que lanzaba un funcionario nombrado
ad hoc.
Es suficiente para retratar a esta joya. En cualquier caso, si quieres saber más cosas léete el libro de Kapuscinski, que merece la pena. Queda claro que este señor fue el típico sátrapa dictadorzuelo absoluto que vivió en la total opulencia mientras su pueblo se moría de hambre. Como él ha habido, hay y quizá habrá siempre, pero lo que choca es que mientras Idi Amín es odiado por todo el que lo conoció, Bokassa también y cualquiera de ellos igual, este tiparraco es adorado por un montón de cabezas huecas (y no muy limpias) de todo el mundo.
Y es que los rastas consideran a Haile Selassie la tercera encarnación de Dios en la tierra, después de
Melquisedec (personaje secundario de la Biblia) y Jesucristo.
El movimiento rastafari nació a raíz de una interpretación alucinada del pensamiento de Marcus Garvey, que fue un jamaicano concienciado políticamente de la opresión sufrida por sus hermanos negros, y que creó un movimiento emancipador principalmente político, aunque también con connotaciones religiosas. Por lo que parece,
Marcus Garvey no atribuyó a Haile Selassie divinidad alguna, pero era un nacionalista que soñaba con la unidad de África (panafricanismo) para la emancipación de los negros del mundo, y en 1920 se le ocurrió decir "Mirad a África para la coronación de un rey negro, porque el día de la liberación está cerca". Esta frase sirvió para que los habitantes de los suburbios de Kingston, Jamaica, después de un alto consumo de mariguana, llegasen a la conclusión de que la coronación del rey negro Haile Selassie era la confirmación de una profecía. Por lo tanto, Marcus Garvey era un profeta, y si Selassie es Jesucristo, Garvey es Juan el Bautista. Luego se quedaron dormidos (tanta hierba, ya se sabe).
Estos rastas fueron haciendo un panaché combinando la Biblia con las ideas de Garvey, introduciendo elementos judaicos y buscando frases
ad hoc en las escrituras sagradas que consagrasen el consumo de mariguana, aunque esto les quedó un poco traído por los pelos, porque tanto pueden referirse a la hierba como a las espinacas, las coles o el comino. Véase:
- Éxodo 10:12 "...comed cada hierba de la tierra".
- Génesis 3:18 "...comeréis la hierba del campo" (en hebreo el verbo fumar y comer era el mismo; de ahí la expresión popular en Israel "me fumé un chuletón que no se lo salta un rabino").
- Proverbios 15:17 "Mejor es la cena de hierba donde hay amor, que un buey preparado con odio" (sí, mejor es, pero en igualdad de amor se quedan con el chuletón antes que con la lechuga).
- Salmos 104:14 "Él causó que el forraje creciera para el ganado, y la hierba para el servicio del hombre" (esta distinción entre forraje e hierba me hace dudar… quizá la celebrada prudencia de Salomón venía dada por el colocón de maría).
Aunque ocupa un lugar secundario en su conjunto original de creencias, lo que más ha cuajado entre la población mundial (exceptúo el consumo de
ganja porque su uso ritual y religioso es mínimo) es la moda rasta de las
dreadlocks, que son esas trenzas gordas que llevan los rastafaris jamaicanos, y que ahora llevan algunos punk americanoides, modernos de toda laya,
melendis garrulos y algún fumeta con aspiraciones ideológicas turbadas por el tetrahidrocannabinol. Las dreadlocks exigen un gran cuidado y, aunque en el artículo de la wikipedia enlazado diga lo contrario, en origen y entre negros, para conseguirlas basta con no lavarse (no recuerdo el título, pero en un documental sobre los rastas vi uno bañándose en un río y untándose el pelo con barro que, seco al sol, le dejaba las trenzas tiesas). Existe la posibilidad de que el mito griego de Medusa tenga relación el peinado rasta, lo que le atribuiría una enorme antigüedad. Esto no sería extraño, porque guarros habría en la África antigua igual que en la Europa moderna.
Con todo lo dicho, no soy capaz de comprender cómo tantas personas, algunas de ellas (aunque sólo sea por probabilidades) inteligentes, pueden otorgar carácter divino a alguien tan odioso/ridículo como Haile Selassie. Todo lo que se me ocurre para explicarlo es que escogieron un símbolo sin conocerlo con profundidad, motivados por una necesidad más ligada al nacionalismo o a la conciencia étnica, por el ansia de libertad y de realización como comunidad.
Otros escogen el
yin/yang, la
cruz gamada o el logo de
Apple.